1 ago 2011

Abajo el turismo

No puedo evitar referirme a las buenas noticias que llegan desde España. Aunque no tenga nada que ver con el contenido de este blog, apolítico desde su nacimiento, el inminente cambio de Gobierno es lluvia bendita para los que vemos los toros desde la barrera de la lejanía geográfica. Una bendición, por puro sentido común y un mínimo de pudor nacional.

Dicho lo cual, y trascurrida –¡ya!- una semana de mis exiguas vacaciones en Tailandia, sigo sin salir de mi estupor ante la barbarie aniquiladora que el turismo ejerce sobre las zonas que elige. El turismo masivo es como el Rey Midas, pero al revés. Destruye todo lo que toca.

De un tiempo a esta parte, cada vez que viajo para descubrir una cultura nueva, una forma de vida diferente o un halo de tradición ancentral que aún perviva, en fin, algo de esencia, me encuentro de bruces con el mismo escenario. O muy parecido. Y a la salida un McDonals y un Starbucks. Una puede entender, incluso llegar a asimilar el tema de la globalización aplicada a los negocios y a las grandes urbes, pero cuando ir a un pueblo remoto de Vietnam supone lo mismo que estar en pleno centro de Pekín o que en un ciudad del extrarradio de Melbourne, la cosa deja de tener su gracia.

Pongamos como ejemplo, el mercado flotante de Damnoen Saduak, a escasos 200 kilómetros de la capital tailandesa. En su día era un mercado local, donde los tailandeses hacían sus compras diarias. Un mango por aquí, un poco de arroz por allá, unas verduras, unos plátanos fritos de postre…A día de hoy es un mercadillo flotante donde los turistas se contonean en canoa, van de puesto en puesto para adquirir las mismas chucherías que se pueden comprar en cualquier mercadillo callejero -y encima hay que regatear, mientras intentas mantener el equilibrio sobre la escurridiza barcaza, ¡qué pereza!-.

A día de hoy es un lugar donde lo más interesante pasa cuando los turistas se han largado a otra parte. Es decir, a partir de las 10 de la mañana. Se supone que esta atracción sólo está abierta desde las 8 hasta las 10 de la mañana. En esas dos horas, las barcas están repletas de ávidos turistas con legañas aún en los ojos, regateando para conseguir cincuenta céntimos más barato el último bolso de imitación.

Sólo basta esperar a que se acabe la función, y los locales empiezan a salir para seguir haciendo con normalidad su vida cotidiana, tal y como era antes de que algún touroperador decidiera que aquello suyo es de interés general.

La situación es tan rocambolesca que el precio por persona para subir a las barcas asciende a 2.000 bahts (45 euros). Un robo como otro cualquiera, que bastante gente paga sin rechistar y sin plantearse la desproporción de tal cantidad. En mi caso, mis compañeros de viaje y yo no pudimos evitar soltar una carcajada monumental cuando una mujer descalza que andaba por allí con unos papeles supuestamente oficiales de la Oficina de Turismo de Tailandia nos dijo el precio. ‘¿Piensas que somos turistas?', le dijimos con la risa aún en la boca. ‘Of course’, debió de pensar ella. Pero al ver que nos dábamos la vuelta por donde habíamos venido, conseguimos amortiguar la timada hasta los 500 bahts (11 euros) por cabeza.

Puedo llegar a comprender que el turismo mueve montañas (de turistas aborregados que van a hacerse la foto delante del templo, ruina o efigie de turno) pero lo que no alcanzo a entender es por qué tiene que homogeneizar y matizar todo, arrasando y dejando en ruinas la propia esencia del lugar. A este paso, el mundo se va a convertir en un enorme parque temático.

Pese a todo, un paseo en barca por el mercado flotante de Tailandia bien merece la pena, sobre todo cuando han desaparecido los turistas.


10 comentarios:

  1. It looks amazing! I'll be sure to go there someday soon! Hope you had a lovely holiday! :)

    ResponderEliminar
  2. Completamente de acuerdo con lo que dices. Soy de la opinión de que para conocer una cultura o un país hay que alejarse de las zonas turísticas y de las grandes ciudades. Lo bonito es perderse fuera de las rutas convencionales y dejarnos sorprender por lo que nos vamos encontrando.

    Ahora que nos has enseñado este peculiar mercadillo vamos a ir derechitos a buscarlo en cuanto pisemos Tailandia, si alguna vez vamos. Es posible que en un futuro este lugar se llene de españolitos gracias a que alguien nos lo descubrió... Ya hay una chincheta en el mapa de Tailandia...

    ¡Fantástico vídeo y fenomenal montaje! ¡Un regalo para la vista! ¡Sigue así!

    ResponderEliminar
  3. Yo también estoy de acuerdo pero,¿alguien conoce donde está el limite para que no todo se convierta en turismo masivo??????Porque mucha gente desea viajar a lugares recónditos para conocer la vida cotidiana de cada lugareño y esto mismo crea que a su vez se convierta de nuevo en TURISMO MASIVO!!!!

    ResponderEliminar
  4. Totalmente de acuerdo, si quieres conocer un pais y su cultura no debes hacerlo como un turista convencional.
    Huir de los viajes organizados, las visitas guiadas y perderte en la realidad de ese pais, andar, observar y adentrarte en la "vida cotidiana".....

    ResponderEliminar
  5. Parece que la globalización tiene sus inconvenientes.
    Lo que dicen más arriba otros que comentan el post es algo arcangélico: Que nosotos los 'elegidos' podamos conocer lo genuino, lo auténtico, la 'realidad' y que la 'turba multa' a la que -por supuesto- nosotros no hemos de pertenecer hagan turismo gregario.
    Un poquito pijillo encuentro el planteamiento, quiero decir que lo encuentro abierta y profundamente clasista, ¡¡que puñetas!!

    ResponderEliminar
  6. Yo hasta que no se acabe el turismo sexual no pienso visitar nunca ese país

    ResponderEliminar
  7. Buenos días Ana. Hay un tipo de turismo que busca conocer y por ello debe alejarse del centro turístico pero sin olvidar que somos observadores sin raíz en esa tierra y por tanto que nuestra aprensión adolece del agua y nutriente de la tierra.Mucho sol y agua en cambio.Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Creo que el problema no es solo el turismo, está en¨lo masivo¨. Hay una enorme presión sobre la naturaleza, por el aumento de los habitantes y por la incorporación de sociedades enteras a la religión del consumo. Apostaría que nuestra envidiada y admirada Ana, conoce muchos bosques y selvas, destrozados para ser integrados a la agricultura.

    ResponderEliminar
  9. Gracias por tu Blog, Gracias por tus vídeos y un millón de GRACIAS más por todo! Porque he tenido la suerte de poder grabarte y poder charlar contigo y además de ser una gran periodista eres una gran persona.
    Ha sido un grandísimo honor conocerte y espero volver pronto y poder hablar contigo de nuevo.
    Un besazo enorme!! y cuidate mucho!
    Alba.

    ResponderEliminar
  10. Interesante reflexión Ana, sigue así que nos das vidilla de vez en cuando!! muchos besos. Conchi.

    ResponderEliminar