19 feb 2013

Mucha mala leche


Por todos es sabido que los asiáticos no toleran la leche. Al parecer, carecen de la enzima que metaboliza la lactosa, de modo que durante siglos, este alimento tan valorado en otras culturas, ha estado excluido de su suculenta dieta. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, a los chinos les ha dado por copiar ciertos usos y costumbres occidentales, atentando incluso contra sus sabios organismos.


Y ahí es donde entra el consumo de leche de vaca. Cierto es que no se trata de un consumo masivo. De hecho, me inclino a pensar que la leche que hay en los supermercados es la que importan para nosotros, los extranjeros.

La misma leche –¡qué más quisiéramos!- que a España y a Francia se le va a litros por el sumidero, aquí se vende como si fuera caviar iraní. Es decir, hasta cuatro euros y medio por un litro de leche fresca.

Sin ir más lejos, ayer estuve en el supermercado y una vez más volví a ruborizarme. Postrada cual Santa Teresa en éxtasis ante la sección láctea más exuberante, exótica y variada que uno pueda imaginarse, empezé a hacer cábalas para ver cuál de la inmensa variedad sería mi elegida.

Aquí siempre hay que partir de la base de que los productos japoneses son los mejores y por ende, los más caros. Como son mucho mejores, también son, por pura  lógica cartesiana, mucho más caros. Por ejemplo, la leche japonesa de Hokkaido es la más guay del super, por tanto, cuatro euros y medio el litro.
 Yo la compré una vez de oferta (2 euros el litro) y hay que reconocer que es realmente… leche.

De la japonesa para abajo están lo que yo denomino sucedáneos. Muchas veces, en sentido literal. En la sección de refrigerados hay leche ¿fresca? norteamericana. Entendiendo por fresca casi recién ordeñada, no me cabe duda de que entre que la ordeñan en Arizona y llega a Hong Kong (12.000 kilómetros de distancia), la leche no es fresca si no superfresca!!! En cualquier caso, suficiente para clavarte 2,5 euros por litro.

Nestlé también tiene aquí su pequeño nicho de mercado (1,9 euros por litro) y compite directamente con una fábrica local de productos lácteos (2 euros por litro). Si bien es cierto que el precio de la comida europea aquí está bastante inflado, también hay que reconocer que el de los productos locales también ha experimentado un considerable aumento en los últimos años. Uno no entiende qué es la inflación hasta que no le toca hacer la compra todos los días.


Y luego están los sucedáneos, ese alimento desconocido a medio camino entre lo natural y el laboratorio. Se encuentra en el estante de la leche y parece tal, sin embargo, los maniáticos que se dedican a leer las etiquetas de los productos descubren que se trata de “bebida de leche”. Es decir que probablemente, no haya visto una vaca ni de lejos. En este caso, los australianos son los que más bebida de leche producen. Como son los que más cerca están del sudeste asiático -donde no se produce ni un solo litro-, seguramente un día pensaron que convertirse en productores de leche que exportar a sus vecinos podía ser un buen negocio. Y seguro que lo es, pero para los consumidores es un auténtico calvario.

La bebida de leche australiana no sabe a nada. Tomarse un café con leche australiana es como tomarse un café solo. Y a pesar de su pésima calidad, se permiten el lujo de venderla a 1,8 euros. Lo mismo que una holandesa, que siendo leche de verdad aunque con tres meses de caducidad, es bastante aceptable. Ahora hay una nueva; es suiza (2,1 euros). Aún no la he probado, pero  con los ojos cerrados estoy convencida de que es mejor que la bebida de leche australiana.

Dentro de la sección que yo denomino “no perecederas” (con más de tres meses de caducidad) hay todo tipo de inventos. Leche de almendra (2,5 euros), leche de arroz (2,3 euros), leche de soja –vegetal- (2,3 euros) y hasta leche de papaya y de genjibre (1,8 euros) con infinitas variedades cada una de ellas: orgánica, edulcorada, sin azúcar, sin gluten, con sabor a chocolate, entera, desnatada, enriquecida con calcio, omega3 y todo lo de siempre.

Ahora resulta que a los chinos también se han lanzado a la producción láctea. Ayer descubrí que están comercializando una nueva marca. El brick está escrito en chino de arriba a abajo. Ni una palabra en inglés. Nada, ni siquiera la fecha de caducidad. Si no fuera porque es la más barata (1,5 euros), no creo que tenga demasiado tirón.

Y ahí es cuando de repente se me viene a la cabeza una conocidísima marca de aceite de oliva española que comercializa su producto como si esto fuera pleno centro de Madrid, es decir, con la etiqueta íntegramente en español. Me parece un tanto pretencioso pensar que los chinos van a eligir tu producto entre la apabullante oferta que tienen en los supermercados con una etiqueta de la que no entienden una sola palabra. Porque francamente, no conozco a nadie dispuesto a pagar 10 euros –que es lo que aquí cuesta un litro de aceite de oliva- por un producto que no conoce y que ni siquiera sabe cómo se utiliza! Pero ése es otro cantar.

Con la leche, poca opción nos queda. Como con el resto de lácteos. Porque 5 euros por cuatro yogures o 15 euros por doscientos gramos de queso es como para dejar de metabolizar la lactosa.



3 comentarios:

  1. Hola Ana,que alegria volver a saber de ti y muchisimo más de esta manera en la que no enseñas esos pequeños detalles del mundo Asiatico de los que no tendriamos información si no te tuvieramos a ti y a tu blog.Enhorabuena por tu excelente y curioso articulo sobre los lacteos.Gracias por volver y que sepas que se te echa de menos por tierras manchegas...un saludo desde Albacete.Besos.Manuel.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué artículo tan interesante! ¡Y tan bien documentado!

    Me encantan estos pequeños detalles que cuentas, que al fin y al cabo forman parte de lo cotidiano, de lo que una española percibe al sumergirse en el macrocosmos chino... y
    de lo que no cuentan las guías de viajes...

    Y los emprendedores occidentales que tengan pensado hacer "las Asias" que tomen nota, que a fin de cuentas el centro de gravedad del mundo, mal que nos pese, se está desplazando hacia el lejano oriente. Y no me refiero solamente al detalle del idioma del envase de los productos... Los asiáticos también tienen otros déficits enzimáticos...

    Información muy valiosa es la que encontramos aquí.

    ¡Genial, Ana! ¡Sigue en esta línea!

    Un beso enorme

    R

    ResponderEliminar
  3. Totalmente de acuerdo. Solo puntualizar que creo que la mayoria de leche que se importa en la RPC proviene al parecer de Nueva Zelanda, no de Australia. Donde por lo demas tienen espacio para pasto a pasto (nunca mejor dicho).
    Los precios que detallas quiza estan un poco subidos pero si que es cierto que es practicamente imposible encontrar leche por menos de un euro y medio el litro, al menos en Beijing o Shanghai. Y ademas la venden en sobrecitos de 250 o 443 mililitros, para que los chavales la vayan bebiendo por la calle como si fuera el bati-ram... pero a palo seco. Yo ya la compro asi porque aunque el envase sea mas pequenyo, es practicamente la opcion mas barata (totalmente antieconomico, pues comprar mayores cantidades debiera ser mas barato en cualquier producto). Al parecer esta inflacion lactea y la costumbre de los ninyos y jovenes de llevar su sobrecito de leche en el metro, proviene tambien de todo el conflicto ese que tuvieron en China por los infantes fallecidos por leche envenenada hace algunos anyos... parecido a lo que paso en Espanya hace ya decadas con el aceite de colza.
    Esperemos que entren en razon y pronto empiecen a producir su propia leche, que cuando los chinos se ponen todos sabemos que son capaces de tirar los precios por los suelos y con los sueldecillos que se pagan a los campesinos del interior, seguro que son capaces de producir el litro a 25 centimos de euro sin inmutarse. Eso si, el mercado mundial de leche y sus lobbyistas seguro que tendran algo que decir al respecto...

    ResponderEliminar