Mi amigo Zhao es la primera gran aportación de mi estancia
estos días en la China profunda. Como casi siempre, nos hemos conocido de la
forma más inesperada y rocambolesca, pero estoy plenamente convencida de que
Zhao está puesto a dedo en mi errático
peregrinar chino.
En apenas dos días nos hemos hecho íntimos y como el chaval
sabe un poco de inglés, me salva el pellejo cada dos por tres. Digamos que, lejos
de lo que nosotros denominamos civilización, el supuesto idioma internacional
tiene de momento poco alcance.
Zhao me trata como si yo fuera una criatura extraña. En
realidad lo soy porque, aunque llevo aquí ya cinco días, todavía estoy por ver una
cara occidental. Con no ver ojos rasgados también me conformaría, pero ni eso.
Zhao y yo nos hemos convertido en la extraña pareja. Es
decir, chico chino con chica occidental. No me extraña que todo el mundo (todos
los chinos, quiero decir) nos miren por la calle. Lo normal por estos lares es
la parejita de chico occidental (da igual lo feo, gordo y viejo que sea) con
chica china (normalmente jovencísima, guapísima e interesadísima, por supuesto,
en la cuenta corriente de su partenaire).
Ya se sabe…, el amor a veces funciona así.
La cuestión es que Zhao quiere complacerme en todo momento.
Yo le he dicho que lo único que quiero es aprender a hablar chino y que el
resto corre de su parte. Honestamente le he mentido al decirle que, como las
chinas, yo también soy muy obediente y sumisa. Dicho lo cual, anoche me
pregunto qué queria cenar. “Lo que tú quieras, pero que sea algo diferente”, le respondí. Desde luego, no
podía imaginar lo que estaba a punto de presenciar.
Fuimos al restaurante más espectacular que jamás he visto. Y
eso que he visto unos cuantos. Nada que ver con un tres estrellas Michelin ni
ningún chef de renombre al cargo de la cocina. Qué va! Todo lo contrario. Un
garito como otro cualquiera si no fuera por las cinco plantas repletas de mesas
y mesas y más mesas. Todas ocupadas. Según parece siempre están ocupadas ya que
el restaurante en cuestión permanece abierto las 24 horas del día. ¿A
quién no le apetecen unos noodles con
hígado de cerdo a las 4 de la madrugada?
Un camarero de lo más simpático y servicial nos dice nada más
entrar que tenemos que esperar una hora. Nos da un ticket para que esperemos nuestro
turno, como quien espera en la carniceria. Miro el marcador electrónico para
comprobar horrorizada que delante tenemos 200 personas!!!
Simplemente pienso que era una broma de mal gusto de mi
querido amigo Zhao. Sin duda, otra de las suyas para hacerme reír. Pero no. Es
terroríficamente cierto. Y lo peor de todo es que Zhao está tan entusiasmado
con la idea de que yo conozca este restaurante especializado en comida típica
de Sichuan, que no puedo decirle lo que realmente me pide el cuerpo. Es
decir, vámonos de aquí ahora mismo!
Así las cosas, nos invitaron a pasar a unas dependencias
aledañas, donde había cientos de mesas y un buffet libre -y gratis- a base de
frutas variadas, cacahuetes, snacks
de todo tipo y cualquier bebida a elegir. De forma que la gente casi cena antes
de cenar. Pero lo chinos tienen buen estómago y mejor paladar, o sea que nadie
hace ascos a pasarse una hora esperando con un buen aperitivo al lado. A veces
la espera es tan prolongada que incluso hay cartas, juegos de ajedrez y todo
tipo de entretenimientos sobre las mesas de espera.
Todo, para finalmente degustar una de las más suculesntas
delicias de la
comida tradicional china: el hot pot. En español viene a ser
algo asi como cazuela caliente.
Zhao a punto de 'devorar' un hot pot |
Cada mesa está acondicionada con un hornillo sobre el que se
coloca una generosa cazuela con sopa. Mientras se va calentando el líquido, el
camarero va trayendo una enorme variedad de platos a base de finas lonchas de carne
fresca, vegetales, setas, repollo y un largo etcétera. Hasta aquí lo
humanamente reconocible. Después empieza a traer comida que no has visto en tu
vida y de la que no conoces el nombre ni en español ni en inglés ni en ruso.
Simplemente es algo que nunca has visto.
En el caso de anoche, se trataba de una larga tira blanca con varios colgajos negros mucho más cortos. A simple vista, algo imposible de identificar, aunque por la pinta que tenía resultaba fácilmente catalogable en la casquería animal que tanto disfrutan los chinos.
¿Qué
es esto tan…. diferente? le pregunto. Tripas y estómago de vaca,
responde con una gran sonrisa. Es delicioso, matiza. Puedo imaginarme nítidamente
la cara que pongo. Creo que Zhao piensa que no voy a probarlo ni muerta,
pero lo que mi amigo no sabe todavía es que en lo relativo al tema gastronómico,
pruebo absolutamente todo.
Y por supuesto probé el estómago y las tripas de vaca, que
dicho sea de paso, no tienen nada que ver con nuestros castizos callos a la madrileña.
¿Repetiría
la experiencia? ¿Por qué no?
¡¡¡Me encanta que nos cuentes estas cosas!!!
ResponderEliminarNo sé si el hotpot será un plato apetitoso o no, pero lo que sí parece es muy práctico: cualquier ingrediente tiene cabida, se va cociendo mientras los comensales charlan, siempre se conserva caliente... Podría ser una idea interesante a importar para innovar la gastronomía española.
Aunque puestos, también podrías exportar la paella, que por allí andan sobrados de su ingrediente principal. ¡Anímate y cuéntanos el resultado!
Próximo post... ¿paella china? ;-P
gracias por tus relatos, anota esas recetas en tu libro de bitácora y a la vuelta las cocinamos
ResponderEliminarguarda esas experiencias y comparterlas al igual que se comparte el conocimiento adquirido todos estos años